Nací en una casa de padres que venían de La Paz y Oruro, que a su vez venían de padres de La Paz, Potosí, Oruro y Chile. Aunque una de las ramas de la familia puede rastrearse hasta el tronco creo que ya deje en claro el punto de que en mi casa conviviamos con la diversidad. Algún tio del lado orureño nos decía que "los paceños son malos" y recomendaba que nos cuidásemos de ellos, con la inocencia de la niñez nunca cuestioné el hecho de que yo mismo era paceño.
Desde que dejé el colegio comencé con los viajes de mochilero, eran viajes cortos que me hicieron conocer el campo y a los campesinos, la mina y a los mineros, a los camiones pero a los camioneros no los conocí pues no importa que tengas temperaturas bajo cero los infelices te mandan atrás del camión. Bueno de esta forma conocí buena parte del territorio occidental, andino, de Bolivia.
Más o menos desde los 20 años comencé a trabajar cobrando la cartera en mora de un banco lo que me llevó a conocer abogados de toda Bolivia, un par de años después comenzó el irremediable remate de las garantías que me tuvo al menos un año recorriendo el país de frontera a frontera y tejiendo una red de amigos que gratamente conservo hasta ahora con el gusto de poder decir que en cualquier capital de departamento de Bolivia y en casi todas las ciudades intermedias tengo alguien con quien tomarme una cerveza.
Luego los estudios de especialidad, las redes de reforma judicial y el trabajo contra la violencia armada y la seguridad democrática me llevaron a conocer prácticamente toda América desde Canada hasta Temuco en Chile que es lo más al sur que llegue. Pero esa historia es muy larga de contar y con un contexto mucho más amplío que la convivencia entre bolivianos.
En Riberalta hay una tienda donde me hice amigo de la dueña que en las noches, cuando yo volvía de travesías en avionetas que repostaban en el aire o de camionetas que casi se convertían en submarinos, me preparaba un jugo de chivé y me contaba de los buenos tiempos de la Almendra, de los malos tiempos de la inundación y de las mujeres más bellas del mundo que estaban en Santa Ana del Yacuma. No estoy seguro pero sospecho que la señora era de Santa Ana, en todo caso cuando conocí a la primera mujer que me dijo que había nacido precisamente en ese pueblo era casi una obligación para mi intentar conquistarla.
La trayectoria de mi ex es más movida que la mia e incluye un nacimiento en Santa Ana del Yacuma en el Beni, la vida en Santa Cruz con pasadas por La Paz, y Europa pero esa es otra historia aún más larga.
Un buen día decidimos que con tanto bagaje la única solución era la de vivir juntos, jamás nos pusimos de acuerdo en la ciudad pero en nuestro ir y venir entre La Paz y Santa Cruz pudimos acumular un montón de horas de vuelo en Aerosur, en BOA y en la vida.
Cumplí la función de traductor en el mercado, y ella apendió que tenemos miles de tipos de papas. Nos enfermamos ambos por errores en la traducción de ingredientes en alguna receta.
Aprendí a ver el futbol sin decir palabra en el stadium de Santa Cruz, para que no noten mi acento y ella aprendió que a la misa tenía que ir "disfrazada de paceña" (en realidad adecuada al frio), para que no la noten.
Antes de separarnos aprendí que además del acento y el guardaropa con prendas más o menos abrigadas teniamos muy pocas diferencias y en realidad al dar un beso no notas el acento y al hacer el amor no usas un abrigo.
Este post NO está concursando en la campaña Convivir, Sembrar Paz,
Desde que dejé el colegio comencé con los viajes de mochilero, eran viajes cortos que me hicieron conocer el campo y a los campesinos, la mina y a los mineros, a los camiones pero a los camioneros no los conocí pues no importa que tengas temperaturas bajo cero los infelices te mandan atrás del camión. Bueno de esta forma conocí buena parte del territorio occidental, andino, de Bolivia.
Más o menos desde los 20 años comencé a trabajar cobrando la cartera en mora de un banco lo que me llevó a conocer abogados de toda Bolivia, un par de años después comenzó el irremediable remate de las garantías que me tuvo al menos un año recorriendo el país de frontera a frontera y tejiendo una red de amigos que gratamente conservo hasta ahora con el gusto de poder decir que en cualquier capital de departamento de Bolivia y en casi todas las ciudades intermedias tengo alguien con quien tomarme una cerveza.
Luego los estudios de especialidad, las redes de reforma judicial y el trabajo contra la violencia armada y la seguridad democrática me llevaron a conocer prácticamente toda América desde Canada hasta Temuco en Chile que es lo más al sur que llegue. Pero esa historia es muy larga de contar y con un contexto mucho más amplío que la convivencia entre bolivianos.
En Riberalta hay una tienda donde me hice amigo de la dueña que en las noches, cuando yo volvía de travesías en avionetas que repostaban en el aire o de camionetas que casi se convertían en submarinos, me preparaba un jugo de chivé y me contaba de los buenos tiempos de la Almendra, de los malos tiempos de la inundación y de las mujeres más bellas del mundo que estaban en Santa Ana del Yacuma. No estoy seguro pero sospecho que la señora era de Santa Ana, en todo caso cuando conocí a la primera mujer que me dijo que había nacido precisamente en ese pueblo era casi una obligación para mi intentar conquistarla.
La trayectoria de mi ex es más movida que la mia e incluye un nacimiento en Santa Ana del Yacuma en el Beni, la vida en Santa Cruz con pasadas por La Paz, y Europa pero esa es otra historia aún más larga.
Un buen día decidimos que con tanto bagaje la única solución era la de vivir juntos, jamás nos pusimos de acuerdo en la ciudad pero en nuestro ir y venir entre La Paz y Santa Cruz pudimos acumular un montón de horas de vuelo en Aerosur, en BOA y en la vida.
Cumplí la función de traductor en el mercado, y ella apendió que tenemos miles de tipos de papas. Nos enfermamos ambos por errores en la traducción de ingredientes en alguna receta.
Aprendí a ver el futbol sin decir palabra en el stadium de Santa Cruz, para que no noten mi acento y ella aprendió que a la misa tenía que ir "disfrazada de paceña" (en realidad adecuada al frio), para que no la noten.
Antes de separarnos aprendí que además del acento y el guardaropa con prendas más o menos abrigadas teniamos muy pocas diferencias y en realidad al dar un beso no notas el acento y al hacer el amor no usas un abrigo.
Este post NO está concursando en la campaña Convivir, Sembrar Paz,
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