Ese día no despertó, no había
dormido.
Dejó corriendo la ducha unos minutos,
para que calentase un poco el ambiente del baño. Ya estaba
acostumbrada al frío de la ciudad, pero esos minutos en la mañana
aun lastimaban su piel.
Inició la rutina de todos los días,
cada detalle, cada crema y pintura sacada en el mismo orden, calculó
mentalmente cuantos días más alcanzaría la crema y sonrió.
Contó el dinero y sufrió un poco
pensando en las dos cuotas vencidas, imaginó a la señorita del
Banco llamándola para cobrar.
Buscó el celular, cambió el chip y
comprobó que tenía el saldo suficiente para una llamada.
Abrazó a su oso y salió al pasillo
sin zapatos, al llegar a la puerta se los puso, otro día sin ver a
la dueña.
Fue a la misa de las siete en una
iglesia demasiado grande para las diez personas que la escucharon, se
quedó ahí un par de horas, segura. Contó el dinero y dejó una
moneda a la señora de la puerta.
Ya estaba acostumbrada al hambre, sacó
un sobrecito de azúcar que había tomado del lugar elegante de hace un par de días, miró a ambos
lados y se lo echó a la boca. Caminó sintiendo el dolor en los pies
por esos zapatos demasiado lindos, demasiado altos y demasiado
incómodos.
A las once entró a un locutorio y
llamó a su madre, mintió. Pensó en llamar a él, pero aún era muy
temprano.
A las doce el hambre ya era mucha y los
pies estaban a punto de sangrar, un viejo con traje le lanzó un
piropo, ella sonrió y el viejo perdió todo el entusiasmo y -tímido-
escapó.
A la una marcó el número de él, sin
respuesta.
El despertó a las dos, después de una
noche de viernes que terminó en un hotel en sábado a la mañana.
Llamó al roomservice y entró a la
ducha, aun con ese calor puso la ducha caliente.
Al salir de la ducha ella comía una
langosta, él se conformó con mirarla y tomar una coca cola con
hielo. Ella le dijo que el celular había sonado.
Comprobó el vuelo de retorno, cambió
la fecha para regresar el jueves y salió a la playa. Apagó el
teléfono.
Contó el dinero otra vez, confió en
él y compró dos panes y un queso, mintió sobre una dieta al
cajero. Al menos ya no necesitaba tampones.
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