Hoy escribiré algo obvio para alguien que piensa en seguridad, pero a la vez algo ignorado por los políticos, ignorado al menos hasta que las tragedias suceden y entonces se ponen a enjaular a diestra y siniestra. Como si meter a la cárcel a algún funcionario o a un empresario resucitase a los cientos de jóvenes -de personas- que morirán, víctimas de la miopía y la demagogia de los discursos de esta época electoral.
En ocasiones existen obviedades que no deberían pasar desapercibidas. Por ejemplo, resulta razonable afirmar que necesitamos escuelas para implementar políticas educativas, hospitales para las políticas de salud, bancos para la política económica, pero ¿cuál es el requisito sine qua non cuando pensamos en políticas de seguridad?
¿Necesitamos cárceles para implementar políticas de seguridad? Pienso que no. Quizás para la gente que asimila la política criminal con política de seguridad las cárceles o los juzgados son un elemento necesario para la seguridad como los son las escuelas para la educación.
Yo no creo que sea así.
En nuestro país, en nuestras ciudades, el mayor riesgo para la seguridad no está en las calles, el gran riesgo está dentro de las discotecas, de los pubs, los bares, los boliches, los salones de fiestas, las cabañas, las universidades, los colegios, etc.
Las grandes tragedias han marcado el desarrollo de la historia de las políticas de seguridad en espacios públicos, esto porque después de cientos de muertes recién los gobiernos imponen medidas de protección que -de hecho- sirven y muy bien, pero siempre después de que los cementerios se llenan de cuerpos.
Un caso emblemático, por lo brutal, es el incendio del Teatro Iroquois el 30 de diciembre de 1903 en Chicago, 590 muertos reconocidos, cuatro jamás identificados, cientos de heridos en un teatro que se inauguraba y se promocionaba como un espacio “a prueba de fuego”.
Después de la tragedia del Iroquois se diseñaron políticas de seguridad en teatros y espectáculos que siguen vigentes hasta hoy, un siglo después. Siguen vigentes allá. En Bolivia, aparentemente, necesitamos de nuestra propia tragedia para tomar las medidas que son obvias y obligatorias en buena parte del mundo.
En una tragedia en un espectáculo masivo, en un local de moda, podría morir más gente que la que muere en todo un año en asaltos a mano armada en todo el país. Este tipo de tragedia –además- atrae a los ladrones que roban las joyas de las víctimas que mueren carbonizadas o aplastadas, hago este comentario pues para mucha gente, parece ser más importante un celular o una joya antes que la vida o la libertad de sus prójimos.
Puertas que se abran hacia afuera, salidas de emergencia que estén ABIERTAS todo el tiempo, extinguidores de fácil acceso, aspersores térmicos automáticos (esas duchas chiquitas que se activan con calor), lámparas de emergencia que se activen ante un corte de energía, rutas de escape bien señaladas, SIMULACROS para funcionarios y para la gente, estas y otras pequeñas medidas aplicadas en las universidades, en colegios, en industrias, en discotecas, coliseos stadiums, supermercados, etc. Deberían ser obvias cuando pensamos en seguridad.
Conocí a uno de los investigadores del caso del supermercado Ycua Bolaños que se quemó el 1 de agosto de 2004 y dejo 396 muertos, muchos de ellos niños, muchas de ellas familias íntegras que salían a comer en un domingo que no debía terminar de esa forma. Lo conocí el mismo año 2004 y escuché de él su frustración y temor de que el poder de los dueños del supermercado sepultase la investigación, al final los responsables recibieron una sanción de cinco años de prisión, aunque fuesen veinticinco (lo que pedía la fiscalía) eso no traería a la vida a los niños muertos cuando fueron a almorzar a un lugar que consideraban seguro, quizás incluso más seguro que las calles de Asunción.
El mismo año, el 30 de diciembre, exactamente 101 años después del Iroquois se dio la tragedia de República de Cromañon en Once en Buenos Aires, con 193 muertos, estos son sólo ejemplos y alertas hacia las fiestas de fin de años, que implican siempre grandes concentraciones de gente.
¿Cuánto podemos gastar para evitar estos cientos de muertes?
Locales públicos seguros son a las políticas de seguridad como las escuelas a las políticas de educación, antes de pensar en calles seguras iniciemos con la obviedad de tener locales seguros, luego debatimos sobre el resto.
En ocasiones existen obviedades que no deberían pasar desapercibidas. Por ejemplo, resulta razonable afirmar que necesitamos escuelas para implementar políticas educativas, hospitales para las políticas de salud, bancos para la política económica, pero ¿cuál es el requisito sine qua non cuando pensamos en políticas de seguridad?
¿Necesitamos cárceles para implementar políticas de seguridad? Pienso que no. Quizás para la gente que asimila la política criminal con política de seguridad las cárceles o los juzgados son un elemento necesario para la seguridad como los son las escuelas para la educación.
Yo no creo que sea así.
En nuestro país, en nuestras ciudades, el mayor riesgo para la seguridad no está en las calles, el gran riesgo está dentro de las discotecas, de los pubs, los bares, los boliches, los salones de fiestas, las cabañas, las universidades, los colegios, etc.
Las grandes tragedias han marcado el desarrollo de la historia de las políticas de seguridad en espacios públicos, esto porque después de cientos de muertes recién los gobiernos imponen medidas de protección que -de hecho- sirven y muy bien, pero siempre después de que los cementerios se llenan de cuerpos.
Un caso emblemático, por lo brutal, es el incendio del Teatro Iroquois el 30 de diciembre de 1903 en Chicago, 590 muertos reconocidos, cuatro jamás identificados, cientos de heridos en un teatro que se inauguraba y se promocionaba como un espacio “a prueba de fuego”.
Después de la tragedia del Iroquois se diseñaron políticas de seguridad en teatros y espectáculos que siguen vigentes hasta hoy, un siglo después. Siguen vigentes allá. En Bolivia, aparentemente, necesitamos de nuestra propia tragedia para tomar las medidas que son obvias y obligatorias en buena parte del mundo.
En una tragedia en un espectáculo masivo, en un local de moda, podría morir más gente que la que muere en todo un año en asaltos a mano armada en todo el país. Este tipo de tragedia –además- atrae a los ladrones que roban las joyas de las víctimas que mueren carbonizadas o aplastadas, hago este comentario pues para mucha gente, parece ser más importante un celular o una joya antes que la vida o la libertad de sus prójimos.
Puertas que se abran hacia afuera, salidas de emergencia que estén ABIERTAS todo el tiempo, extinguidores de fácil acceso, aspersores térmicos automáticos (esas duchas chiquitas que se activan con calor), lámparas de emergencia que se activen ante un corte de energía, rutas de escape bien señaladas, SIMULACROS para funcionarios y para la gente, estas y otras pequeñas medidas aplicadas en las universidades, en colegios, en industrias, en discotecas, coliseos stadiums, supermercados, etc. Deberían ser obvias cuando pensamos en seguridad.
Conocí a uno de los investigadores del caso del supermercado Ycua Bolaños que se quemó el 1 de agosto de 2004 y dejo 396 muertos, muchos de ellos niños, muchas de ellas familias íntegras que salían a comer en un domingo que no debía terminar de esa forma. Lo conocí el mismo año 2004 y escuché de él su frustración y temor de que el poder de los dueños del supermercado sepultase la investigación, al final los responsables recibieron una sanción de cinco años de prisión, aunque fuesen veinticinco (lo que pedía la fiscalía) eso no traería a la vida a los niños muertos cuando fueron a almorzar a un lugar que consideraban seguro, quizás incluso más seguro que las calles de Asunción.
El mismo año, el 30 de diciembre, exactamente 101 años después del Iroquois se dio la tragedia de República de Cromañon en Once en Buenos Aires, con 193 muertos, estos son sólo ejemplos y alertas hacia las fiestas de fin de años, que implican siempre grandes concentraciones de gente.
¿Cuánto podemos gastar para evitar estos cientos de muertes?
Locales públicos seguros son a las políticas de seguridad como las escuelas a las políticas de educación, antes de pensar en calles seguras iniciemos con la obviedad de tener locales seguros, luego debatimos sobre el resto.
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