Parte de la formación de un abogado consiste en comprender a las personas, saber que es lo sienten...muchas veces el fragor de la discusión o la preocupación del momento hace que olvidemos que la mejor forma de convencer es entender, entender al otro.
Esta formación me la dio un historiador experto en la edad media. Yo fui un mal alumno, pero aún así obtuve conocimientos -muy básicos- que más o menos puedo utilizar.....lo primero para entender al otro es conocer como pensamos en general, buscar las similitudes, los tipos, las diferencias, saber identificar los gestos tanto como las palabras: mi lección numero uno fue leer a los clásicos rusos y a los grandes autores de biografías.
Es difícil de explicar a un chango que apenas lee un comic al mes...pero para ser un buen abogado debes ser capaz de entender la naturaleza humana, uno intenta comprender cada día:
Ana Karenina:
«Bárbara Andrievna: cuando yo era muy joven aún, forjé un ideal de mujer a quien amar y a quien hacer mi esposa. Después de largos años de vida, he hallado en usted lo que buscaba. La amo y le ofrezco mi nombre.» Así se preparaba a hablar Sergio Ivanovich cuando estaba a diez pasos de Vareñka, la cual, arrodillada y defendiendo una seta de los asaltos de Gricha, llamaba a la pequeña Macha. ...... Se alejaron tanto que todos les perdieron de vista; pero él seguía callando. Vareñka optó por callar también. Después de un silencio, resultaba más fácil hablar de lo que les interesaba que a raíz de unas palabras sobre las setas. ...... Pasaron otros varios minutos. Se alejaron más de los niños y ahora estaban completamente solos. El corazón de Vareñka latía de tal modo que ella percibía sus latidos. Se daba cuenta de que se ruborizaba, palidecía y volvía a ruborizarse. Ser esposa de un hombre como Kosnichev después de la posición en que viviera con la señora Stal, le parecía que era más de lo que podía desear. Estaba, por otra parte, convencida de que le amaba. Sentía que ahora iba a decidirse todo, y se asustaba de lo que le diría y de lo que le dejaría de decir. Sergio Ivanovich comprendía también que había que explicarse ahora o no lo harían nunca. Todo en la mirada, el rubor y los ojos de Vareñka delataba una fuerte emoción. Kosnichev la compadecía. Pensaba aun que no decirle nada ahora, sería ofenderla. Se repitió mentalmente todo lo aducido en pro de su decisión; se repitió incluso las palabras con las que quería expresársela. Pero, por una inesperada asociación de ideas, en vez de decirle lo que pensaba, le preguntó: –¿Qué diferencia hay entre el hongo blanco y el hongo de álamo? Los labios de Vareñka temblaron de emoción al contestar: –La cabeza no difiere apenas, pero el tallo sí. Y, después de pronunciar estas palabras, comprendieron ambos que todo había terminado, que lo que debía decirse no se diría. Y su mutua emoción, que había alcanzado su punto máximo, empezó a calmarse. –El tallo del hongo de álamo recuerda la barba de un hombre moreno sin afeitar –dijo, ya completamente tranquilo, Sergio Ivanovich. –Es cierto –repuso Vareñka sonriente. Y, sin darse cuenta, cambiaron el rumbo de su paseo y se acercaron a los niños. Vareñka sentía dolor y vergüenza, pero a la vez experimentaba cierta sensación de alivio. De vuelta a casa y repasando todos los motivos que podía tener para casarse, Sergio Ivanovich halló que había pensado equivocadamente. No podía traicionar la memoria de María."
Tip 1: En un discurso el momento es TANTO O MAS importante que el mensaje.
Esta formación me la dio un historiador experto en la edad media. Yo fui un mal alumno, pero aún así obtuve conocimientos -muy básicos- que más o menos puedo utilizar.....lo primero para entender al otro es conocer como pensamos en general, buscar las similitudes, los tipos, las diferencias, saber identificar los gestos tanto como las palabras: mi lección numero uno fue leer a los clásicos rusos y a los grandes autores de biografías.
Es difícil de explicar a un chango que apenas lee un comic al mes...pero para ser un buen abogado debes ser capaz de entender la naturaleza humana, uno intenta comprender cada día:
Ana Karenina:
«Bárbara Andrievna: cuando yo era muy joven aún, forjé un ideal de mujer a quien amar y a quien hacer mi esposa. Después de largos años de vida, he hallado en usted lo que buscaba. La amo y le ofrezco mi nombre.» Así se preparaba a hablar Sergio Ivanovich cuando estaba a diez pasos de Vareñka, la cual, arrodillada y defendiendo una seta de los asaltos de Gricha, llamaba a la pequeña Macha. ...... Se alejaron tanto que todos les perdieron de vista; pero él seguía callando. Vareñka optó por callar también. Después de un silencio, resultaba más fácil hablar de lo que les interesaba que a raíz de unas palabras sobre las setas. ...... Pasaron otros varios minutos. Se alejaron más de los niños y ahora estaban completamente solos. El corazón de Vareñka latía de tal modo que ella percibía sus latidos. Se daba cuenta de que se ruborizaba, palidecía y volvía a ruborizarse. Ser esposa de un hombre como Kosnichev después de la posición en que viviera con la señora Stal, le parecía que era más de lo que podía desear. Estaba, por otra parte, convencida de que le amaba. Sentía que ahora iba a decidirse todo, y se asustaba de lo que le diría y de lo que le dejaría de decir. Sergio Ivanovich comprendía también que había que explicarse ahora o no lo harían nunca. Todo en la mirada, el rubor y los ojos de Vareñka delataba una fuerte emoción. Kosnichev la compadecía. Pensaba aun que no decirle nada ahora, sería ofenderla. Se repitió mentalmente todo lo aducido en pro de su decisión; se repitió incluso las palabras con las que quería expresársela. Pero, por una inesperada asociación de ideas, en vez de decirle lo que pensaba, le preguntó: –¿Qué diferencia hay entre el hongo blanco y el hongo de álamo? Los labios de Vareñka temblaron de emoción al contestar: –La cabeza no difiere apenas, pero el tallo sí. Y, después de pronunciar estas palabras, comprendieron ambos que todo había terminado, que lo que debía decirse no se diría. Y su mutua emoción, que había alcanzado su punto máximo, empezó a calmarse. –El tallo del hongo de álamo recuerda la barba de un hombre moreno sin afeitar –dijo, ya completamente tranquilo, Sergio Ivanovich. –Es cierto –repuso Vareñka sonriente. Y, sin darse cuenta, cambiaron el rumbo de su paseo y se acercaron a los niños. Vareñka sentía dolor y vergüenza, pero a la vez experimentaba cierta sensación de alivio. De vuelta a casa y repasando todos los motivos que podía tener para casarse, Sergio Ivanovich halló que había pensado equivocadamente. No podía traicionar la memoria de María."
Tip 1: En un discurso el momento es TANTO O MAS importante que el mensaje.
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Hugs egain!