El Sardina

En el colegio era ateo, pero no de esos ateos buenos tipos que no se meten con nadie...no, yo era de los ateos a la mala. Me divertía en las clases de religión contradiciendo a los profesores y estudiando antes de la clase sólo para molestarlos, en mis últimos años mi profesora era una Licenciada en Filosofía y se puso color hormiga lo de ser ateo, pero igual hacía el intento y mi profesora nunca me castigó o me molestó por eso, era un colegio muy amplio.

Ahora recuerdo que era tan mal ateo que me divertía discutiendo con las dos compañeras evangélicas que había en mi curso.

Cuando me aburrí de pelear en las clases de religión simplemente me las saltaba, lo que no era difícil en mi colegio pues la gente podía libremente salir de su aula y buscar el lugar donde quisiese estudiar.

En una de esas escapadas con un amigo (muy católico él pero medio vago) vimos la puerta del colegio abierta y nos fuimos. Aldía siguiente nos convocaron a una reunión en la que se nos impuso el castigo de horas extras de servicio social (todos haciamos el servicio) en un comedor popular de Kupini que es una villa que hace diez años era muy muy alejada.

Y no sólo eso, nos condenaron a asistir a capacitaciones para jugar/enseñar a niños y minusvalidos....hoy agradezco algunas cosas que nos enseñaron ahi y que en la vida pude emplear, pero en esa época sólo me hizo más rebelde.

En Kupini teniamos que ayudar a cuidar y ayudar a hacer los deberes del colegio a un grupo de niños que comían en el comedor y se quedaban en la tarde porque sus padres trabajaban...eramos niñeras. Estos niños tenían historias terribles por detrás, pero eso es muy largo para un solo post.

Una de las canciones que usabamos al iniciar la tarde, para romper el hielo y conocernos (los niños iban y venían) era esta:

"Una sardina y
Dos sardinas
se fueron a pasear
y no me invitaron
A chichirihuahua a wawarachichi
que lo repita..mi amigo X" (X = al nombre de un niño que no conociamos o que queriamos que interactúe).

Y asi el niño lo repetía.

Después de que terminó mi castigo continué yendo con los niños, entre otras cosas para enseñarles a jugar ajedrez, que me esperaban y cuando me veían llegar (el micro te dejaba en una avenida y tenías que bajar como tres cuadras de cerro) se ponían a gritar: Ahí viene el Sardina!!!